jueves, 23 de mayo de 2013

La invención de la compuerta

Por: Lina María Cano Iriarte

A las cinco de la mañana la alarma en el celular de la mujer le recordó que debía despertar, ya no le era posible deducir que su jornada iniciaba por la salida del sol que solía colarse por su ventana; el cielo de la mañana y el de la tarde le resultaban tan iguales durante ese tiempo: ambos tan llenos de nubes, tan grises y sin sol. 

La humedad estaba presente en todo, en su cama, su casa, su calle, su barrio, incluso su cuerpo, todo devenía humedad. “No había nada seco, para esa época, pedir que su casa estuviera seca acá, era como pedir mango en temporada de mamón, […] imposible” exclamó. 

De pie, apoyada en la puerta de su casa, la mujer de piel blanca, cuerpo robusto, facciones delicadas, y rubia por decisión, observaba el panorama; la sinceridad de su rostro le impedía ocultar la tristeza y asombro que toda la situación le producía: “el carrito del vecino si apenas se veía, el palo´e mango en la esquina se había caído, y no se escuchaba más que el agua correr. Cuando vi tanta agua, me dije, ¡carajo! porque mi Dios es grande, no se nos han venido las nubes encima, es que era increíble ver mi barrio así”. La mujer que hablaba era Ingrid García, una habitante del barrio San José de los Campanos. 

“San José, es un barrio ubicado en la zona sur- occidental de la ciudad de Cartagena, con 1200 habitantes”1. Es otro de esos barrios, tan abismalmente grandes que toca dividir en sectores, esquinas calientes y callejones. 

Sin embargo, la imponencia del barrio se vio mermada en 2011; para octubre de ese año, las casas de San José, ya no albergaban ese “calor de hogar”, en sus interiores solo se veían pilas de enceres improvisadas por sus habitantes, quienes cual arquitectos, median milimétricamente los espacios para que sus “trastes” no sucumbieran ante la destrucción del agua que llovía todos los días: el televisor debajo del DVD y bajo este muchos libros, que servían de base para el microondas, lateral a la licuadora Oster, “de las viejas, de esas que ya no hacen y que se deben cuidar,” comentó Ingrid. 

La familia de Ingrid fue solo una de las 3.000 (aproximadamente), que en los 35 barrios afectados en Cartagena2, recibieron la ola invernal, esa que puso en tela de juicio la heroicidad que tanto le atribuyen a la ciudad, y que hizo que el país entero tambaleara. 

En el 2011, el país comprendió cuan vulnerable realmente era, atravesando por una de sus más devastadoras épocas de lluvia, agravada por el fenómeno de La Niña. 

“Dada su localización geográfica, Colombia recibe la influencia directa de los procesos que se presentan en el sistema océano-atmósfera del Pacifico tropical, asociados al Ciclo El Niño […]. El análisis de la información histórica generada por el IDEAM, indica que las alteraciones producidas en el régimen de lluvias en Colombia son explicadas -en buena parte- por la variabilidad climática interanual, relacionada con los fenómenos El Niño y La Niña, los cuales han sido causa de sequías extremas y lluvias extraordinarias en diferentes regiones del país, generando un efecto negativo sobre el medio físico natural y un impacto social y económico de grandes proporciones”

Bolívar fue uno de los departamentos más golpeados por las lluvias, tanto en sus municipios, como en su capital. Ahí sufrieron riesgos de inundación alta 37 barrios, inundación moderada en 60 barrios, e inundación baja 69 barrios, para un total 716.295 habitantes afectados. 

De igual forma, los riesgos por inundaciones de viviendas correspondieron a las siguientes cifras: viviendas de Estrato 1 eran unas 38.082; de estrato 2, unas 35.968; de estrato 3, 22.404; estrato 4, 8.251; estrato 5, 4.952 y finalmente de estrato 6, con unas 85 viviendas, para un Total de afectación de 108.889 viviendas, según estudios de la Alcaldía Mayor de Cartagena, la Secretaria General y la Secretaria de Planeación. 

Así pues, como en otros muchos escenarios, la clase baja de la sociedad cartagenera era quien resultaba más lesionada. San José, por ser un barrio correspondiente a los 3 primeros estratos, fue solo un caso más entre muchos, pero con una particularidad. 

En medio de la confusión, el desespero y miles de metros cúbicos de agua dentro y fuera de sus casas, no había claridad por parte de las autoridades y la gente en San José murmuraba. 

Algo muy grave va a suceder en este pueblo 

Como en el pueblo que escribió García Márquez, todos rumoraban, nadie veía, pero todos creían. La principal causante de tan alarmante inundación, no era propiamente el invierno, ni La Niña; para los habitantes de este sector, si había un responsable ese era “la compuerta” de Turbaco. 

“La compuerta”, así la llamaban, como sustantivo propio, como si se tratase de un ente con vida. Era ya casi un mito urbano, algo así como hablar del “sereno de la noche” que tanto nos piden evadir las madres, ese que parece ser uno solo en todo el país (no te dejes coger del sereno: mijito cuidado con la compuerta). 

Los fervorosos creyentes de la compuerta 

El municipio, de origen indígena: Turbaco, está separado de Cartagena por solo 10 kilómetros, y es otra víctima de uno de esos escenarios, que parecerían irreales en otros países, pero que tristemente, en Colombia, todavía existen: Turbaco no posee un acueducto en funcionamiento que abastezca de agua potable a sus pobladores. 

Así pues, las principales fuentes del líquido para los turbaqueros “son los acuíferos subterráneos y la lluvia, la cual alcanza los 1.000 a 1.200 mm anuales”, según el Plan de Gestión Integral de Residuos Sólidos- Alcaldía de Turbaco 2008-2011. 

Debido a sus condiciones geológicas este municipio tiene grandes cantidades de agua superficial y está rodeado por varios arroyos como el Matute, el Mameyal, el Cucumán y el Zapote. Paradójicamente, la realidad de para muchos sectores de Turbaco es que cuando la gente abre la llave, sale todo menos agua. 

Es por esto, que entre los pobladores de San José (y otros barrios cercanos como Villagrande, Ternera, Simón Bolívar e incluyo Olaya Herrera), existe la creencia de que hay varias grandes represas de agua en Turbaco, las cuales durante la época de invierno en 2011, y en otras ocasiones, han excedido su capacidad. Los habitantes creen que por situaciones como estas se han abierto las compuertas, y debido a esto se ha inundado el territorio. 

No es un mito salido de la nada, pues incluso los funcionarios del distrito han hablado del tema. El secretario de Infraestructura distrital de Cartagena, Enrique Chartuni, por ejemplo, dijo a los medios de comunicación en 2011, mientras el agua subía que “allá en Turbaco abrieron las compuertas de los embalses y la fuerza con la que salió el agua”. Declaraciones como esta solo reforzaron la idea entre los habitantes de San José, y las compuertas se fueron quedando entre la gente. 

Líderes de la zona afirmaban que ellas eran las culpables de las inundaciones de su barrio. “Las compuertas de las represas son reales, de hecho existen varias […] lo que pasa es que la gente de Turbaco no acepta que existen, porque es un conflicto que nos afecta a nosotros, no a ellos, y porque además, tendrían que hacerse responsables de los daños” comentó ese año José Luis Castillo, entonces presidente de la junta de acción comunal de San José. 

Avanzaba octubre y el agua seguía subiendo, por eso José Luis, los miembros de la Junta de Acción Comunal y algunos vecinos, se dirigieron a las oficinas de la Alcaldía Distrital de Cartagena buscando solución. “Fuimos a la alcaldía de Cartagena, pero hicieron caso omiso a las peticiones de la comunidad, ya que el que produjo el conflicto es otro municipio, y dijeron ellos que eran otra jurisdicción que no era de competencia de la ciudad”. 

Desde los hechos han pasado ya dos años, muchas calles han cambiado, habitantes han ido y venido, pero las compuertas se mantienen en el imaginario colectivo, inamovibles, permanentes. 

“El barrio solo se inundó hace dos años cuando en Turbaco abrieron la compuerta para que saliera el agua, y como nosotros somos casi que el patio de los turbaqueros y estamos en zona baja, aquí se estancó toda porque no encontró hacia donde correr, perdimos muchas cosas, todo se mojó”, comenta hoy Marelis Meléndez, habitante del barrio. 

Pero ¿existen realmente las compuertas? ¿Fueron ellas las que ocasionaron la inundación en San José durante ese el invierno de 2011 que quedó grabado en la historia de Colombia? 

La contraparte 

Durante el mes de octubre de ese año, cuando los eventos ocurrieron, se habló y se especuló tanto de las “famosas compuertas” que incluso dirigentes de la ciudad se pronunciaron al respecto. En ese momento la alcaldesa Mayor era Judith Pinedo, quien en primera instancia corroboró la existencia de las compuertas a la prensa escrita y confusamente días después se retractó. 

“Tengo que decir que en Turbaco no hay compuertas ni represas. Así se comprobó después de un sobrevuelo con funcionarios de CARDIQUE. Lo que sucedió no es culpa del hombre, sino de la naturaleza”, dijo en una segunda declaración. 

Del mismo modo la Gobernación de Bolívar se pronunció descartando que las graves inundaciones registradas en la ciudad, hubieran sido provocadas por la apertura de las compuertas. A través del sitio web de la entidad, el Secretario del Interior, Roberto Camargo Payares afirmó que en el lugar no existen tales represas y que se trató de unos "ojos de agua" que al tener altos niveles históricos de lluvias, bajaron caudalosamente hacia la capital de Bolívar, arrasando con todo lo que encontraron a su paso. 

“No existen tales compuertas. La gente ha creado este mito urbano. Lo que realmente ocurre es que las precipitaciones durante el pasado fenómeno de La Niña, excedieron los niveles de los canales que atraviesan estos barrios” dijo Luz Estela Bejarano, abogada asesora de la Secretaría General de Prevención y Desastres. 

“Usted incluso, puede dirigirse a la alcaldía del municipio de Turbaco, y no encontrará reseñadas en su jurisdicción tales compuertas, porque no existen”, expresó Jhon Jairo Capelo, otro abogado asesor de la oficina. 

¿Qué ocurrió realmente? 

Aniano Morón, es un hombre residente del barrio Olaya Herrera, de estatura media, piel negra, espalda ancha y cejas pobladas, labios largos cercados por unos cuantos vellos, con una prominente barriga, de personalidad alegre y la voz fuerte al hablar, fue presidente de la Asociación de Juntas Directivas de la localidad de la Virgen y Turística de Cartagena, además de ser Consejero de Ordenamiento Territorial, durante diez años. 

Rafael Vergara, por su parte, vive en el barrio Crespo, es un hombre blanco y bajito, de barba y canas blancas, lisas y espesas, sonrisa amplia, y cola de caballo. Este abogado y ambientalista coincide con Aniano, en algo más que su sentido del humor y su vello abundante; coinciden en un pensamiento: La causa de las inundaciones no ha sido otra cosa que el desorden en la construcción de Cartagena. La problemática tiene todo un trasegar histórico. 

Ambos exponen que las inundaciones de los barrios en Cartagena se debieron (y se deberán de no tomarse medidas) principalmente a que la forma predominante de desarrollo urbanístico en los sectores populares ha sido el crecimiento informal; se han invadido terrenos en las faldas de los cerros y rellenado los alrededores de la Ciénaga de la Virgen, los caños y lagos internos. 

Según el Plan de Ordenamiento Territorial de la ciudad, Cartagena se ha caracterizado por que cerca del 80% de su crecimiento urbano ha sido mediante procesos descuidados, sin planificación ni ajuste a las normas urbanísticas de sus planes reguladores; pareciera que aquí se construye bajo el principio: “donde exista espacio, puede pararse una casa" sin importar las características del terreno. 

Esta situación, ha causado una interrupción del curso natural del agua que llega a la ciudad en forma de arroyos, luego de haber recorrido las cuencas altas, donde se originan (allí se ubican los municipios de Santa Rosa, Turbaco, cerros del Marion y otros), las cuencas medias, (donde están los barrios afectados), y finalmente la cuenca baja (donde está el espejo de agua o Ciénega de la Virgen). 

De acuerdo con el Centro de Investigaciones Oceanografías e Hidrográficas del Caribe, la ciénaga de la Virgen es una laguna costera ubicada sobre el costado norte de la ciudad y separada del mar por el cordón de arenas de La Boquilla. “Durante la época de invierno, en épocas naturales, antes de existir construcciones en las zonas aledañas a la Ciénaga cuando los volúmenes de aguas lluvias eran mayores en la cuenca alta, esta corría y llegaba a la cuenca baja. Luego, al saturarse el espejo de agua, por ciclo natural, el líquido se expandía en los humedales; allí descansaba, hasta que la Ciénega hacia su ciclo con el mar e iba saliendo poco a poco, y nuevamente esos territorios se convertían en playones secos”, explicó Morón. 

Así pues, la construcción de viviendas informales en torno a la Ciénaga de la Virgen, Tesca y en dirección hacia el sur y el sureste de la ciudad (también hacia los límites con el municipio de Turbaco y por el norte en dirección a La Boquilla, donde antes existían estos humedales), obstruyeron el ciclo regular del agua, que le permitía a la Ciénaga drenarse en el mar por medio de dos bocas naturales: ubicadas una al final del municipio de La Boquilla y otra en el terreno donde actualmente se encuentra el hotel Las Américas; la segunda boca fue obstruida por la edificación. 

Entre 1999 y 2000, la ciudad se dio a la tarea de construir la Bocana, una conexión entre el mar y la ciénaga que garantizaría el flujo y reflujo de las corrientes de marea, permitiendo el intercambio continuo de las aguas, con el fin de recuperar la capacidad de auto regeneración de la ciénaga. 

Antes de la existencia de La Bocana, “el desagüe de la ciénaga al mar se producía a través de la boca de La Boquilla, cuando el drenaje rural de la cuenca hacía subir el nivel de la ciénaga; pero una vez entró en construcción este sistema […], se redujo en gran medida la posibilidad de apertura natural de la boca de La Boquilla, lo que ocasiona que entren aguas marinas hacia los sectores aledaños cuando hay mareadas que hacen subir el nivel del mar” añadió Morón. 

Sumado a lo anterior, están otras intervenciones del hombre que agravan la situación. En el cauce de la Ciénega confluyen cauces de 5 arroyos provenientes del municipio de Turbaco a través del drenaje rural; estos cauces han sido intervenidos con la construcción de represamientos y desviaciones desde la cuenca alta, lo que permite que durante “eventos lluviosos con alguna intensidad ocasionan desbordamientos por encima de las presas. Esto ha dado lugar al colapso de en serie de las presas de aguas abajo y ha producido inundaciones en los sectores habitados de la cuenca baja, ya en el casco urbano de la ciudad”.

El panorama, no podría lucir más preocupante, pues existe un tercer agravante: el drenaje urbano de la ciudad. Para la organización del drenaje pluvial de Cartagena durante los años 70, se construyeron canales rectangulares al interior de los barrios, estas secciones en concreto llegaban hasta el borde de la ciénaga, pero la invasión continuada y el relleno de la ciénaga superaron este límite, prolongando los canales dentro de la ciénaga con secciones irregulares en tierra y rellenando las orillas para levantar viviendas; estas áreas rellenadas están sujetas a un alto riesgo de inundación por cuenta de las crecidas de los canales durante la época de invierno.

La suma de estos tres factores hace que la ciudad sufra los estragos del invierno de la forma tan catastrófica como lo hace. Las inundaciones son producto de un crecimiento indebido, no planificado de asentamientos alrededor de la Ciénega que impiden el correcto flujo del agua durante las épocas en que el líquido que desciende de la cuenca alta ingresa a la ciudad en enormes cantidades. 

Así pues, asentamientos humanos inapropiados, más cambios en las bocas de la Ciénega, más desviaciones del curso de las fuentes de agua, dan como resultado: inundación descontrolada, pérdidas materiales y humanas, desplazamiento y más pobreza. 

“Es claro entonces que incluso de existir la compuerta, no sería responsable de las inundaciones, ante las problemáticas que enfrenta la ciudad en su organización y manejo de las aguas pluviales” afirmó Vergara. 

Las “soluciones” 

Ante la confusión creada, los disgustos de la población y el agua sin correr, Pinedo, conocida como la “María mulata” creó el Plan Maestro de Drenaje Pluvial, con el “propósito de buscar un adecuado sistema de drenajes pluviales que minimizara, corrigiera y evitara los efectos nocivos de las lluvias en las cuencas que conforman el territorio de las zonas rurales y urbanas del Distrito de Cartagena”. 

El plan proponía la canalización urbana de las corrientes que iban a parar a la Ciénega, como: el Canal Ricaurte, Matute, Chiricoco, y Canales de la zona Industrial de Mamonal, pero el proyecto nunca se terminó y así las zonas más vulnerables continuaron bajo amenaza. 

También se puso en marcha el Plan de Ordenamiento y Manejo de la cuenca hidrográfica de la Ciénaga de la Virgen para promover el ordenamiento de su territorio, el uso equitativo y racional del suelo, y la preservación y defensa de su patrimonio ecológico y cultural, así como la prevención de desastres en asentamientos de alto riesgo, y la ejecución de acciones urbanísticas eficientes. 

Este proyecto ha permitido identificar las zonas de alto riesgo por inundación pero hasta el momento pocas acciones certeras se han llevado a cabo. Así pues, los habitantes continúan vulnerables a la espera de que un nuevo invierno, cargado con la intensidad de otro fenómeno de La Niña, asome Mientras no se realicen acciones, los damnificados seguirán siendo los mismos, en las mismas casas, y los mismos barrios. “Ni Cartagena, ni el país están preparado para otra ola invernal de la envergadura de la pasada, nosotros no aprendemos” mencionó, José Luis Castillo. 

Los habitantes de San José siguen creyendo que allá en Turbaco, en otro mundo, la compuerta existe, que se mantiene, y que cuando las abren el barrio se les va a inundar. A pesar de toda la información que confirma lo contrario, están convencidos de que fueron, son, y seguirán siendo las compuertas y quienes las maniobran las culpables de los rebosamientos de agua. 

Blanca, amarilla o azul son sus puertas; redondas, más bien cuadras o rectangulares, sus formas. Como una cancha de fútbol, como dos canchas de fútbol o tres es su tamaño; “las compuertas” tienen mil formas imaginadas y ninguna vista; tienen mil creyentes e incrédulos, pero ningún testigo. 

Ese octubre, en el ambiente solo quedaron disgustos, además de, por su puesto, agua. Lluvias, aguaceros y aluviones, siguieron y mientras más aumentaban San José, fue menos de los campanos y más de los pantanos. 

Era el año 2011 y mientras el gobierno se ponía de acuerdo sobre lo que sucedía, y decidía si creerle o no a las ideas de los lugareños sobre esas compuertas que estaban fijas en su cabeza, Ingrid miraba el agua correr y correr, el palo´e mango tumbado y solo el techo del carro nuevo del vecino.

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