lunes, 17 de septiembre de 2012

¿QUE SIGNIFICA SER PERIODISTA DESDE EL CONTEXTO COLOMBIANO?

CONFERENCIA DE ALEJANDRO SANTOS, DIRECTOR DE LA REVISTA SEMANA.
Compilado por: Miguel E. Garcés Prettel, Docente Investigador UTB.

Foto de: Mónica Yepes Serrano
Los postulados clásicos de ética periodística son importantes pero hoy requerimos hacernos preguntas relevantes en un país como el nuestro, entre estas: ¿Cuál debe ser hoy el papel de la prensa y del periodismo en general? Responderla desde Colombia tiene unas connotaciones políticas, sociológicas y filosóficas, pero también requiere examinar a fondo el pasado para descubrir otros interrogantes válidos, pues el periodismo es una manera de sintonizarse con la historia. 

Razón tienen los que afirman que el periodismo es el primer borrador de la historia, por eso es pertinente analizar las formas en que se producían y narraban las noticias de antaño para explicar los roles que ha asumido el periodismo en el transcurrir del tiempo, sin dejar lado que lo más importante es entender el papel que debe desempeñar hoy en un contexto permeado por problemas sociopolíticos complejos.

Para responder la gran pregunta se requiere mirar tres aspectos vitales que siguen siendo enormes desafíos en la práctica periodística colombiana: La lucha ética de los medios frente a sus victimarios; La lucha moral frente a las víctimas; La prensa como contrapoder.
1. LA LUCHA ÉTICA DE LOS MEDIOS FRENTE A SUS VICTIMARIOS

Es importante recordar que en la década de los ochenta del siglo anterior, el país y los medios de comunicación en general tuvieron que enfrentar uno de sus mayores victimarios: los Carteles del narcotráfico en cabeza de Pablo Escobar.

Presenciamos durante dos décadas como el narcotráfico empezó a extender sus tentáculos, configurándose como un poder perverso que permeó todas las estructuras de la nación incluyendo instituciones, gobiernos y las ramas del poder público, empujando al país a unas dimensiones sociales y políticas oscuras que todavía no se han superado.

En ese momento el narcotráfico en cabeza de Pablo Escobar consolidó su poder mafioso incursionando visiblemente en política, y fue la prensa la primera que se opuso a la expansión de dichos tentáculos. El periodista Guillermo Cano desde su labor en el Espectador levantó una voz de rechazo y denuncia sobre la penetración de las mafias en la vida política. En medio de una sociedad que empezó a ser silenciada y aterrorizada, asumió los costos de un periodismo serio y cuestionador que no guardó silencio frente a la corrupción y las injusticias generadas por el poder destructor del narcotráfico.

Cano encarnó ese otro país indignado que al principio pareció contar con minorías. Inicialmente parecía una voz solitaria decidida a hacer del periodismo una labor de resistencia social, pero luego se fueron sumando otros sectores sociales que sufrieron junto con los periodistas el rigor de las amenazas, atentados, asesinatos y desapariciones que el país no debe olvidar ni repetir.

Cabe resaltar que este contexto sociopolítico hostil la actuación decida de la prensa, y en especial del Espectador generó un frente común de periodistas y medios de comunicación que se unieron para investigar a fondo estas problemáticas conexas. Muchos de los informes periodísticos que se elaboraron sirvieron de base a las autoridades judiciales para aclarar crímenes y delitos de gran envergadura.

La derrota del Cartel de Medellín sirvió de lección a otros Carteles entre estos al de Cali que aprendieron que no es un buen negocio declarar la guerra al Estado, por eso continuaron con la estrategia de corromperlo en todos los órdenes incluyendo el poder político (el caso de la campaña política de Samper evidencia esa lógica creciente). En estos hechos de corrupción el país ha sido testigo del papel denunciador de la Revista Semana y la desaparecida Revista Cambio cuyos aportes han sido valiosos para avanzar en la lucha frontal contra la impunidad.

El narcotráfico siguió su curso mutando en las regiones con nuevas formas de poder asociadas al paramilitarismo. Es así como se reveló la otra cara del narcotráfico que nos llevó a un tercer capitulo de la historia en donde estas agencias criminales desde lo regional permearon sectores de la política y buena parte del Congreso.

Frente a estas nuevas mutaciones criminales la Prensa asumió su papel crítico revelando las nuevas caras oscuras de la política del terror. Sin embargo los actos más heroicos lo hicieron los periodistas de las regiones, su papel fue decisivo para integrar al país y sacar a la luz las actuaciones criminales del narcotráfico en todos los ámbitos de la sociedad.

Los periodistas regionales levantaron la voz de denuncia e hicieron análisis desde diversos ángulos transmitidos por emisoras comunitarias y periódicos que ayudaron a comprender mejor la magnitud del problema. Los medios no solo se unieron a la causa, sino también las ONG, académicos, investigadores y muchos otros más que aportaron en esta lucha compleja por la justicia.

2. LA LUCHA MORAL FRENTE A LAS VÍCTIMAS

En este punto, la gran pregunta inicial se conjuga con otros interrogantes: ¿Cuál es el papel de los periodistas y medios de comunicación frente a la vida en medio de una cultura de la muerte? ¿Cuál debe ser la actitud de los medios frente a los actos de violencia? ¿Cómo cubrir esos hechos de violencia?

En todas estas preguntas importantes la búsqueda de la verdad es decisiva porque tiene que ver con el desafío periodístico de asumir un criterio honesto a la hora de informar. La honestidad periodística va más allá de mostrar una verdad literal o dar un buen tratamiento a la información obtenida, es fundamental en un país como el nuestro que se desnude lo oculto y que se asuma la tarea de profundizar en los hechos explicando por qué se produce esa violencia. Los periodistas están llamados a explicar esos fenómenos que no son casuales, pues detrás hay unas dimensiones de poder que requiere entenderlas al igual que el método como operan.

Por ejemplo: explicar ¿Por qué los grupos armados desmembraban los cuerpos de sus víctimas? ¿Qué tiene que ver el pacto de Ralito con la masacre del Salado? ¿Qué está en juego en esas conexiones?

En Colombia tristemente no hay conciencia de la barbarie que se ha cometido contra sectores marginados. No es posible acostumbrarnos a ver a mujeres llorando a sus hijos, familias masacradas, personas mutiladas... En esta realidad cruel el periodismo no puede estar a espaldas del dolor de estas víctimas violentadas en su dignidad y sus derechos fundamentales.

El papel del periodismo frente a los padecimientos de las víctimas estriba en no perder la sensibilidad social asumiendo una visión misericordiosa con lo que viven estas personas, no para tenerles lástima porque esa visión los despolitiza, sino para entenderlos, reconocerlos y visibilizarlos como sujetos dignos de ser considerado como iguales, de abrir espacios para ellos, de mostrar lo que viven y han vivido, de asumir un deber moral a la hora de informar dándole espacios para que tengan voz.

Pero muchas de esas víctimas están en la otra nación olvidada: La Colombia rural. En este contexto hay otras radiografías de la violencia que el país ha ignorado. Los medios deben ser un baluarte clave para visibilizar el impacto del conflicto armado en lo rural, además es necesario develar las problemáticas que golpean a este sector del país, procurando que esos dos mundos que no dialogan (el rural y el urbano) se encuentren desde agendas de Estado que eliminen la marginación social y el olvido que padecen los habitantes de esa otra gran nación.

3. LA PRENSA COMO CONTRAPODER

Es claro que los medios en este país tienen el deber de actuar como aparatos contrapoder. No se puede desconocer el papel social de los medios en la tarea de informar y entretener, pero cada vez los medios de comunicación están llamados a desarrollar la tarea de Fiscalizar.

Por supuesto que el ejercicio de la fiscalización es un papel que todos pueden encarar. La aparición de las nuevas tecnologías, los dispositivos móviles y portátiles han abierto las posibilidades de generación de información de una manera más democrática siendo el mayor ganador: la libertad de expresión. Aun así el periodismo y la prensa en particular tiene nuevos rumbos y desafíos para enfrentar el poder en un contexto donde hay desconfianza en la relación entre medios de comunicación y política.

Afortunadamente en Colombia la prensa ha asumido ese papel fiscalizador a pesar de las desconfianzas ciudadanas, por ejemplo la Revista Semana por estos días mantuvo una postura crítica frente a la reelección y el grave problema de eternización de los gobernantes en el poder. En su momento esos editoriales nos generaron muchos problemas, pero lo encaramos porque estamos defendiendo unas ideas, unos valores democráticos que no son negociables para el país y mucho menos para el periodismo.

Estas causas periodísticas en favor de la verdad la hemos asumido siempre, por eso fuimos claros en rechazar las intercepciones ilegales del DAS a personalidades de la vida política y pública. Nos llenó de indignación saber cómo la más importante agencia de investigación del Estado estaba espiando no a los criminales como debe ser, sino todo lo contrario se dedicó a perseguir mediante “chuzadas” a personas comprometidas con la paz, a personas criticas del gobierno de ese entonces, sin mencionar a periodistas, políticos y miembros de organizaciones sociales.

Muchos periodistas contrapoder han dado y siguen dando la vida para desnudar estas lógicas perversas de usar el poder para favorecer intereses personales y no democráticos. Como medios de comunicación estamos llamados a ser canales que abren espacios a los indignados. Es un privilegio sentarse con líderes sociales y personas comprometidas con la justicia, es admirable las luchas históricas que siguen dando en un país donde le han asesinado a familiares y les han cerrado todas las puertas, entonces como último recurso acuden a los medios de comunicación buscando esperanza, buscando ser oídos, resarcidos sus derechos y atendido con sus denuncias.

Otra denuncia vital que hicimos como medio de comunicación en una de las ediciones de la Revista Semana fue la de señalar como los jefes paramilitares seguían delinquiendo desde la Cárcel de Itagüí. Logramos tener acceso a grabaciones que soportaban esas denuncias, lo que produjo el despido de Generales y personas cómplices de estos actos. Pero esto fue posible gracias a colombianos indignados (las fuentes no las puedo revelar) que nos compartieron esa información porque antes hablaron con jefes, con personas de poder y como no resolvieron nada decidieron saltar los protocolos de seguridad y denunciar a través de nuestra Revista esta cruel realidad.

A veces la gente otorga méritos a nosotros los medios y piensa que somos extraordinarios, pero detrás de esto hay personas extraordinarias que les duele la realidad y están dispuestos a darlo todo por ver un país diferente en donde reine la justicia y la paz. Estas actuaciones valientes inspiran para seguir asumiendo desde el periodismo cuatro elementos importantes: La dignidad, la autoestima, la justicia y la inclusión, a pesar de los riesgos que estos elementos entrañan les aseguro que siempre habrá espacio para un periodismo honesto, creativo e inteligente.

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